miércoles, 10 de diciembre de 2014

El increíble viaje de Javier Sierra a la Pirámide Inmortal.



INFORMA: Mª José Andrade
FOTOGRAFÍAS: Rubén Hergueta


En el año 2004 Javier Sierra quedaba finalista del Premio de Novela Ciudad de Torrevieja con su novela, La Cena Secreta. Hacía dos años que lo había conocido, pero esa noche vivimos la alegría del reconocimiento y la seguridad de que ante él se abría una puerta para compartir, con el mundo, toda su sabiduría, años de viajes y experiencias únicas.
Y lo consiguió. Javier Sierra es uno de los novelistas más reconocidos. Sus obras han sido traducidas a más de cuarenta idiomas y es el primer autor español que ha visto sus libros en el “top ten” de la lista de best seller de The New York Times.
A Javier le tengo que agradecer no solo su entusiasmo, cuando habla de sus libros, también su generosidad por haberme dado la oportunidad de escribir y por dejarse entrevistar cada vez que se lo he pedido, sabiendo de su apretada agenda.
Casi a las puertas de la Navidad, bajo la luz Ra y el Cinturón de Orión del pintor y escultor, Guillermo Pérez Villalta, nos sentamos a hablar.
A Javier Sierra no se le pregunta, se le escucha para aprender de él. Sus palabras te llevarán hasta su universo: un lugar donde la realidad y la ficción se fusionan gracias a la imaginación de este mago extraordinario.


El punto de inflexión en la vida de Javier Sierra comienza con un pensamiento dedicado a la muerte. A su propia muerte. Decidió escribir para combatirla y, al igual que nuestra especie, tratar de explicársela. ¿Lo ha conseguido?
La muerte realmente es el gran misterio. Es aquello que, probablemente, nunca terminaremos de resolver, pero cuando descubres que hay una forma de burlarla, que consiste en mantener la memoria de lo que tú has hecho en las personas que tú quieres, ves que puedes dedicar tu vida precisamente a eso.
Un escritor, cuando se pone a la tarea de trabajar en uno de sus libros, de alguna manera está regalando a sus lectores la energía que después a él le convertirá en inmortal.
Eso es lo que hago habitualmente y ese es el propósito de mi trabajo.


En Egipto se decía que las pirámides eran tumbas. Pero, sin embargo,  nadie  había sido capaz de encontrar un solo enterramiento. Decían también que guardaban tesoros inimaginables, pero todas se hallaron vacías. Era un error muy extendido considerar que su secreto consistía en algo tangible, material. Tu que has entrado en la Gran Pirámide de Giza, ilegal como reconoces, ¿qué has encontrado allí dentro?
Yo en la pirámide lo que veo es un esfuerzo del pueblo egipcio, de hace 45 siglos,  por recrear en este mundo, lo que está en el otro. De alguna manera, la Gran Pirámide debe ser vista como una especie de representación. De un modelo a escala del más allá en el que era encerrado el faraón, para que pudiera prepararse para su viaje definitivo.
En aquella época lo que se creía era que la salvación del faraón, bastaba para que se salvara el pueblo egipcio y por lo tanto a éste lo sometían a esa clase de pruebas. Pasar a oscuras por pasillos como los de la Gran Pirámide, enfrentarse a distintas cámaras y acabar en una gran habitación con un enorme sarcófago para terminar tumbado. Todo formaba parte de esa prueba en la que el faraón imitaba a Osiris. El único dios del panteón egipcio que murió pero que resucitó gracias a la magia.
La magia, en el tiempo de los faraones, no era una cuestión de creencia, ni entretenimiento. La magia era lo que articulaba el Estado.
La magia era para el pueblo egipcio, lo que para una democracia moderna es la Constitución.
Las pirámides son, en realidad, instrumentos de manufactura divina construidos para lograr la inmortalidad.

Primero fue El secreto egipcio de Napoleón en 2002 y ahora La Pirámide Inmortal. Volvemos a la oscuridad del Sarcófago de la Gran Pirámide, donde Napoleón rememorara distintos momentos de su vida. Se enfrentara a decisiones que tomó en un determinado momento.Un hombre que nunca se dejó llevar por el instinto, entrará hasta las entrañas de la Gran Pirámide, se verá a sí mismo y vaciará su alma ¿Deberíamos tener todos la oportunidad, como Napoleón, de hacer un recorrido por nuestra vida para pensar sobre las decisiones que hemos tomado?
Lo interesante de esto, es que todas las culturas de la tierra, tienen sus ceremonias o sus ritos de transito. Lo que ocurre es que en el occidente contemporáneo, esas ceremonias de tránsito las hemos dulcificado. Las hemos hecho muy light y por lo tanto no transmiten lo que debieran transmitir.
Cuando un niño nace, por ejemplo, y se le da un nombre, de alguna manera pasará por un rito iniciático que es el Bautismo. El niño adquiere su personalidad. Cuando ese mismo niño hace la Primera Comunión, se están disfrazando los ritos de tránsito, del mundo pagano, en las que el niño deja de serlo para convertirse en adolescente.
La ceremonia del Matrimonio, en los pueblos que nos precedieron, eran también ceremonias iniciáticas y estaban llenas de simbología en este aspecto. Todo esto hoy lo hemos reducido a un banquete, a una celebración superficial y poco más. La necesidad que deberíamos cumplir todos, pasando por este tipo de experiencias, es algo que deliberadamente hemos renunciado a pasar, porque el gran tabú de la cultura contemporánea es la muerte.
Nadie quiere hablar de la muerte. Nadie se plantea que es nuestro destino ineludible. Entre otras cosas porque si lo asumiéramos como tal, nuestra perspectiva de la vida, la perspectiva consumista y depredadora de la vida, desaparecería y muchos intereses creados se vendrían abajo.
Pensar en la muerte te hace más libre que aferrarte a una vida en la que, lo único que tienes que hacer es ganar dinero y gastar, ¿no?, que es, como nosotros planteamos la vida.
Es una pena que la visión de la existencia, del paso por este mundo sea tan pobre. Lo hemos reducido, simplemente, al bienestar del cuerpo y no a cultivar nuestra alma, nuestro pensamiento. En nuestra cultura pasa a un segundo plano. Es alucinante que eso esté pasando, pero bueno, son los tiempos que nos ha tocado vivir.

Mi general, ¿qué os ha ocurrido?
Aunque os lo contara, no me ibais a creer. Respondió Napoleón, turbado, a la salida del vientre de la Gran Pirámide de Giza.




Cuando hay una verdadera comunicación entre todos y una globalización de la información, es cuando más miedo nos está dando estar conectado con nosotros mismos.
Hay una búsqueda intensa del hombre, marcándose objetivos, casi imposibles, como, por ejemplo, subir el pico más alto del mundo para encontrarse a sí  mismo. Yo no la entiendo. ¿Por qué el ser humano se busca tan lejos?

Eso es una gran verdad, pero tiene que ver con la superficialidad con la que nos enfrentamos a la vida.
Creemos que las respuestas están todas fuera de nosotros, que hay que explorar, únicamente, el cosmos exterior. Pero hay un cosmos interior que es el que le ha hecho grande, desde que el ser humano se convirtió en lo que hoy es.
Hay que pensar en los artistas, en los poetas, en los filósofos y en la gente que ha levantado nuestra civilización. Todos ellos sacan su fuerza del interior, y de una visión del mundo que nace de una profunda reflexión íntima.
Hoy hemos conferido todo eso a los ingenieros, a los banqueros, a la gente que sólo hace cosas de cara al exterior. Y es lo que aplaudimos. Por eso la cultura está en horas bajas, porque parece que lo que viene de dentro no es importante. Sólo cuenta lo que viene de fuera, lo que pueda tarificarse o monetizarse y eso es un error de visión galopante que terminará con nuestra cultura.
El cáncer de nuestra civilización es, sin lugar a dudas, la falta de visión interior.
Dices que la poesía es la herramienta que los antiguos inventaron,  para decirnos que ciertas personas procedían de una familia especial, diferente, tal vez de raigambre divina. Amenhotep, hijo de un Dios y una mujer humana o Jesús de Nazaret, hijo también de Dios y María, son dos claros ejemplos. Era un tiempo en que había una verdadera conexión con lo sublime. ¿Se ha perdido ese vínculo con lo divino?
Digamos que el mundo se esfuerza en que lo perdamos, pero yo creo que nunca se pierde.
Carl Sagan, el gran astrofísico del S. XX y creador de la serie Cosmos para televisión, decía algo que entronca con la idea de que todos somos polvos de estrellas. De que todos somos de la misma materia que el sol, o que cualquier estrella lejana del universo y que, por lo tanto, existe una conexión íntima y sutil entre nosotros y la creación. Yo creo que ahí está la clave, lo que ocurre es que no nos entretenemos a pensar sobre ellos. Nos creemos que somos una excepción, algo aparte de la naturaleza, pero formamos parte intrínseca de ella.
Cuando descubrimos eso, tu visión de la vida y tu paso por este mundo, pese a todas las dificultades, se hace más luminosa.

Me estoy acordando de que una vez me dijiste que somos pura energía y que el ser humano apenas conoce su potencial para hacer y conseguir lo que se proponga ¿crees que algún día seremos capaces de conocernos a nosotros mismos y la fuerza que tenemos dentro?
Cuando perdamos el miedo. Lo que nos hace anclarnos, digamos, a lo más mundano es el miedo. Si te das cuenta, todas nuestras grandes obras, son obras que parten del miedo. Nos hacemos casas potentes y fuertes, para aislarlo de la naturaleza, del exterior. Muchas de las actividades a las que nos abocamos, son para distraernos, para no pensar y es que tenemos miedo. Tenemos miedo de asumir quienes somos y lo que somos.
Somos criaturas mortales, bueno, pues asumámoslo. Pero aprovechemos las circunstancias que tenemos para mejorar tanto personal, como colectivamente.
El día que perdamos el miedo seremos mejores.
Los humanos no comprendéis que vuestro origen y vuestro fin es convertiros en Dios mismo. Os integraréis en una conciencia tan grande como el universo, lleno de infinita sabiduría y amor. Os expandiréis.




La inmortalidad, eso que tanto deseamos, es un enigma para todos, pero los egipcios intentaron explicar qué había más allá de la muerte, a través de los latidos inconfundibles de los relieves de las piedras. ¿Consiguieron despejar esa incógnita?
Pues de alguna manera sí, porque su civilización hizo una profunda reflexión sobre la muerte y terminaron concluyendo con algo que me parece muy luminoso, muy útil para nuestros días: ellos no vieron la muerte como el fin, sino como el principio.
Para ellos la muerte era lo que llamaban, El Eterno Viaje, El Viaje del Millón de Años. La vida la veían como ese momento en el que uno prepara su viaje, para salir y reúne lo mejor que tiene a su alrededor para que ese viaje sea grato. Por eso los antiguos egipcios tenían esa preocupación por cultivarse, por tener música, por reunir las artes y las ciencias a su alrededor y llevarlas con ellos. Por eso representaban la vida en sus tumbas. No para, digamos, dejar un recuerdo a las generaciones venideras. Ellos pensaban que se lo llevaban al más allá. Esa es la clave de todo. Y el amor, porque el amor también es una parte del viaje.

Ahora que hablas del amor. Este es un libro que trata sobre el amor profundo, de hecho hay un aviso recurrente al protagonista, Napoleón, de que sólo el amor habrá de salvarle. ¿Será el amor lo que salve al ser humano y al mundo que conocemos? ¿Vamos a dejar que nos salve?
Esa es la decisión que tenemos que tomar como especie.
Jesús ya lo decía hace dos mil años y lo han dicho otros muchos personajes de la Historia. Al final lo que hará que evolucionemos, será que nos entreguemos al amor. Y el amor es lo único que nos va a salvar de eso que tanto tememos que es la muerte.
El amor es el que preserva el recuerdo, el que hace que nuestra energía no desaparezca nunca de los que se quedan aquí, sin duda, y además el amor es el que nos trae aquí.
Para mí, hablar de amor en una novela, como esta, es también un símbolo de lo que está en toda mi obra. De alguna manera, lo que propugna toda mi trayectoria literaria es volver a los orígenes, volver a la fuente y la fuente es el amor, porque sólo el amor puede llevar al amor

El libro nos hace preguntarnos cómo hizo Jesús para devolver a la vida a Lázaro y vencer, él mismo a la muerte y resucitar.
El secreto de su sangre divina, mitad humana, fue confiada a los sabios azules. Ellos esperarán durante siglos a un gran guerrero de Occidente que crea en la resurrección. Ese gran guerrero será Napoleón ¿Qué esperaban ellos de Bonaparte?
Lo que yo construyo con los personajes azules, o lo que reconstruyo con ellos, es un mito que está muy arraigado en los países del desierto, de Oriente Medio y es la existencia, en efecto, de sabios, o como algunos lo llaman, El Viejo de la Montaña. Ellos son los que preservan, digamos, la misión importante de la humanidad. De vez en cuando reaparecen para reinyectarla en nuestra sociedad.
En el caso de Napoleón, éste vive en el Siglo XIX, han pasado casi mil ochocientos años de la muerte de Jesús y yo imagino que esos sabios regresan, y ven a Napoleón un nuevo Mesías. Pero fue una opción fracasada: Napoleón se convirtió en un líder político, pero no en un Mesías del pensamiento.
La idea de Napoleón era ilustrar al mundo, transmitir a todos los países los avances del pensamiento de la Revolución Francesa, pero se quedó, solamente, en la imposición militar y eso lo hizo fracasar en su empeño.

¿Por qué hay una conexión tan grande entre Egipto y Francia, donde encontramos Pirámides como la de Fallicom en Niza?
Pues mira, eso es curioso. Los grandes padres de la Revolución Francesa, como Robespierre, querían convertir Francia en una nueva Tebas, una nueva capital egipcia. De hecho, Napoleón estaba convencido de que el nombre de París venía del termino antiguo, Par Isis, a la vez que Isis o del mismo valor que Isis.
Napoleón creía que la ciudad de París fue un centro de culto isiaco, desde la noche de los tiempos, es decir, que desde épocas, incluso, romana y anterior a ésta, había presencia de cultos egipcios en Francia.
Más allá de eso no te sé decir las relaciones. Nadie lo sabe.


Uno de los protagonistas de la novela, Alí, afirma que los ángeles se cruzan por nuestras vidas más a menudo de lo que creemos, que nos traen mensajes. En tus novelas siempre aparecen ¿Pero tú crees que somos capaces de sentirlos y descifrar lo que nos quieren decir?
Yo creo que sí, absolutamente. De hecho esa es una constante, cómo tú has referido, en toda mi literatura.
Mi primera novela La Dama Azul, ya estaba llena de ángeles. Después los recuperé en El Ángel Perdido y ahora vuelven a aparecer en La Piramide Inmortal. Yo creo en ellos y en que están entre nosotros. Creo que, de alguna manera, nos ayudan a evolucionar, o a superar los grandes momentos y que están ahí para empujarnos. Para convertirnos, a nosotros también, en ángeles. Porque tanto ellos como nosotros tenemos el mismo origen y somos polvo de estrellas, como decía Sagan.

Pero en las novelas de Javier Sierra también aparecen personajes oscuros. En La Pirámide Inmortal son los hijos de Set. Ellos son los hijos carnales de las criaturas más egoístas que ha dado la creación: los propios dioses. Pero el hombre está hecho a imagen y semejanza de Dios. ¿Será por eso que el ser humano es tan egocentrista?
Pues es una reflexión muy profunda, ¿por qué nosotros tenemos estas características tan depredadoras?.
Cuando uno lee el Antiguo Testamento y se enfrenta a las actitudes de Yavé con respecto a los pueblos enemigos de Israel, uno descubre a un Dios terrorífico, irascible, vengativo, caprichoso, destructor. De alguna manera eso refleja algo en lo que ha creído el ser humano desde la antigüedad y es que todo en la naturaleza es bueno y es malo. Tiene una cara “a” y una cara “b”: el agua es buena, pero un tsunami es malo, el sol es bueno, pero en el desierto es terrible. Es decir, de alguna manera vivimos con esa dualidad y como decían los egipcios: lo importante es no dar un paso hacia ninguno de los dos extremos, hay que saber mantener el equilibrio. El equilibrio entre lo oscuro y lo claro, entre la luz y las sombras. Eso es el Maat, el equilibro. El lugar donde se encuentra la franja de la vida y  por donde nosotros podemos transitar.

Las creencias de nuestros antepasados y durante generaciones representó el ideal de enfrentamiento entre la Luz y las Sombras. Horus era hijo de la Luz; Set el de las tinieblas... los dioses nos dejaron combatir porque así ayudábamos a preservar el equilibro del universo... un eterno balanceo entre dos polos. Maat... el equilibrio... Contra quien hace el mal, ineluctablemente se hará el mal.


Hay un personaje, Nadia, que es una auténtica diosa que ofrece su cuerpo y su sabiduría a Bonaparte a través de la danza. La danza ha sido uno de los lenguajes más utilizados para comunicarnos con los dioses?
Absolutamente. La danza es uno de las artes más antiguas que existen. Es un mecanismo de expresión.
Nos podemos imaginar fácilmente a nuestros antepasados, en el Paleolítico superior, danzando alrededor del fuego.
Cuando la danza se convierte en rítmica, en cíclica, en absolutamente repetitiva, nos está dando, también, una pauta muy curiosa. Ese tipo de danza hace que nuestro sistema de percepción se altere, que nos mareemos, que entremos en éxtasis, que cambiemos de ubicación en el espacio-tiempo.
La danza, por lo tanto, fue entendida como una puerta a otros mundos, más allá de la materia, de lo físico, de lo que nos rodea y por eso es tan importante. Por eso yo le di esa característica al personaje de Nadia en La Pirámide Inmortal, que la convierte en la puerta que utilizará Napoleón, para dar el salto hacia otros mundos.


Hablas del lenguaje del alma. ¿Tú, cuando escribes, recurres al lenguaje del alma para hablar de cosas que están más allá de este mundo?
Pues la verdad es que lo intento. Tendré páginas más afortunadas que otras, pero ese es mi propósito. Conectarme con ese lenguaje, utilizarlo y enseñarle a mi lector a leer en ese lenguaje.
Ese lenguaje no solamente se lee como si fuera una aventura o un texto de entretenimiento. Yo no escribo ese tipo de novela. Las novelas que yo escribo tratan de conmover, de cambiar nuestra visión del mundo, de estimular interrogantes, sensaciones, de abrirnos a lo trascendente.




Al igual que el Templo de Luxor no deja jamás una duda sin satisfacer, las respuestas de Javier Sierra siempre están llenas de una reflexión profunda sobre la vida, el amor y la búsqueda incansable de la esencia del ser humano.
Con Javier Sierra el hombre se encuentra con el hombre y vuelve a su forma más primitiva, y al momento en el que conectaba con la tierra y con sus raíces. Al lugar donde el espejo en el que nos mirábamos nos devolvía la imagen y la semejanza de Dios. Volvemos a ser los gigantes que fuimos y, por un momento, tomamos consciencia de en lo que nos hemos convertido, y en como nos hemos alejado de nosotros mismos.

Gracias, Javier.

"Hay una tierra de los vivos y una tierra de los muertos, y el puente que los une es el amor, lo único que sobrevive, lo único que tiene sentido". Thornton Wilder. El Puente de San Luís Rey.

5 comentarios:

  1. Muy muy interesante como siempre javier Sierra... q me gusta más como ensayista cuando explica y habla de tantas cosas q ha investigado, que como novelista... muy interesante igualmente la entrevistadora, q demuestra un amplio conocimiento... enhorabuena por este artículo... pd. En cuanto a lo q habláis de Napoleón, como musicólogo aficionado, me recuerda a la sinfonía q Beethoven dedicó a Bonaparte, pero al ver la gran decepción q le produjo, le cambió el nombre... un saludo...

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    1. Gracias Migue por tus palabras y por ilustrarnos con ese pasaje en la vida de Beethoven.

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  2. Tienes razón, Migue, Javier sabe mucho y lo explica mejor. Y muchas gracias por tu reconocimiento. Espero seguir haciendo cosas interesante y diferentes.
    Por cierto, curioso lo del dato de la sinfonía de Beethoven.

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  3. "Los humanos no comprendéis que vuestro origen y vuestro fin es convertiros en Dios mismo. Os integraréis en una conciencia tan grande como el universo, lleno de infinita sabiduría y amor. Os expandiréis."

    Hola, creo que hay un error de transcripción. Esto javier sierra lo dice así? En segunda del plural? Q miedito,no!

    Por lo demás, muy buena entrevista!

    Saludos

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    1. Jajaja. La verdad es que personalmente no he escuchado la entrevista pero si María José Andrade lo ha trascrito así, así lo habrá dicho. De todas formas no deja de ser sorprendente y como tú bien dices, anónimo, da miedito, ¿será Javier Sierra alguien no humano y por eso habla en segunda persona del plural? Eso habrá que indagarlo o al menos planteárselo a su amigo Iker Jiménez.

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