viernes, 8 de agosto de 2014

Canal du Midi. Crónica de un viaje en bicicleta



Texto y Fotografías: Mar Márquez Espinós y José Luis L. Paneque


Si  te gusta la naturaleza, montar en bici y aún no tienes planes para tus vacaciones, recorrer algunas de las vías verdes de los canales del sur de Francia es sin duda una gran opción, más aún si te acompañan niños, que convertirán el recorrido en una aventura para exploradores intrépidos.


Nuestro recorrido empezó en la bella ciudad de Toulouse, que bien merece un par de días de visita. Dejamos nuestro vehículo relativamente cerca de la estación, en una avenida transitada bajamos las bicicletas, alforjas, carrito y todo nuestro equipaje que organizamos como mejor pudimos entre las bicis y el carrito que, aunque es para transportar niños, nosotros los utilizamos para llevar parte de nuestra carga, como la tienda, sacos, aislantes, camping gas y utensilios para cocinar, además de algo de comida. En las alforjas llevábamos la ropa de los tres, dos adultos y una niña de nueve años.


Alrededor de las 12:30 iniciamos nuestro viaje a lo largo del Canal du Midi, sin guías, sin mapas, conscientes de que sólo se trataba de un camino junto al canal más antiguo de Europa, todavía en uso, que no había que dejar a no ser que quisiéramos visitar alguno de los muchos pueblecitos circundantes. Doscientos cuarenta kilómetros de camino hasta llegar al Mediterráneo se abrían ante nuestros ojos y no más de una semana para realizarlos. Rápidamente nos dimos cuenta de que una orilla estaba asfaltada y la otra no y tomamos la asfaltada para pedalear lo más cómodamente con el carrito.


El día se presentó gris y a ratos una ligera lluvia nos refrescaba. Cuando apretaba nos refugiábamos en alguno de los múltiples puentes que cruzan el canal y casi, sin darnos cuenta, dejamos Toulouse y fuimos pasando esclusas, barcos y pueblos. El camino era muy bonito y ameno, al menos en esta primera etapa en la que pudimos constatar que muchas esclusas están bien preparadas con servicios, agua y espacios para acampar y además los primeros 40 kilómetros están asfaltados. Fuimos dejando varios indicadores de alojamiento, bares y puestos de comidas. En uno de ellos nos paramos y nos tomamos una galette. Si no queréis ir cargados, es totalmente factible hacer el  canal apenas con una alforja, puesto que lugares donde dormir (camping, chambres d’hòtes, hoteles) y donde comer (table d’hòtes, restaurantes, bares y kioskos ) salpican el itinerario.



Tras pasar Montferrand dejamos una especie de bifurcación del canal que nos planteó  dudas sobre el camino correcto “la rigole du Canal du Midi" o “de la Pleine”,  sobre todo porque coincidió con un momento de lluvia intensa; a partir de aquí el camino se complicó bastante por el fango, las piedras y las raíces, pero sobre todo los charcos y el fango que ralentizaron bastante la marcha. Aún así continuamos hasta la esclusa de la Méditerranée, a unos 10 kilómetros antes de llegar a Castelnaudary, donde encontramos una pequeña explanada donde acampar, comernos unas latas de fabada y descansar no si antes intercambiar saludos y conversación con una francesa y una canadiense que decidieron acampar en la misma esclusa.



Al día siguiente nos levantamos, desmontamos y emprendimos la marcha con la idea de desayunar en Castelnaudary,  donde aprovechamos para comprar unas baguettes y quiches para el camino, además de visitar la ciudad y la oficina de turismo donde nos facilitaron un mapa del Canal du Midi con los puntos de agua. Pasamos por tramos complicados que hizo que los tres nos cayéramos e incluso que el carrito volcase una vez. Patos, lagartos ranas, martines pescadores e incluso un cervatillo se nos cruzaron a lo largo de los 50 kilómetros de recorrido hasta llegar a Carcasonne, el final de nuestra segunda etapa. La entrada a Carcasonne fue muy complicada siguiendo las indicaciones de los vecinos a quienes preguntamos, dimos muchas vueltas e hicimos algún tramo de carretera en el que los coches iban bastante lanzados. Para que no os ocurra lo mismo os vamos a dar las indicaciones para que podáis llegar directos y sin problemas.


Cuando el camino del canal llega a la población por su margen izquierda, llega un momento en el que se corta. Esto coincide con una salida a una carretera con un puente. Pasamos debajo del puente y subimos la calle en cuesta en paralelo al canal. El final de la cuesta nos deja a los pies de un puente, lo cruzamos y  continuamos por el Bd. Omer Sarraut unas seis manzanas hasta el cruce con el Bd. Jean Jaurès que lo descenderemos hasta la plaza Souare Gambetta, desde allí  bajamos por la rue du Pont Vieux que nos conducirá al Puente Viejo. Una vez nos encontremos al otro lado de río Aude giramos a la derecha y a los pies de La Citè recorreremos la rue Dujardin Beaumetz dirección sur, luego enlazamos con la rue Michel Maurette y antes de que la calle se abra hacia la izquierda existe un camino ajardinado a la derecha que rodea el parque de la isla y que indica la dirección del camping. En tres minutos estaréis en la puerta de un camping grande con bastantes servicios y actividades para los niños aunque la zona de los campistas que llegan en bici no sea ni tan sombría ni tan llana como la del resto de campistas.



Nos instalamos y conocimos a una pareja muy simpática y positiva, madrileño y sueca con acento malagueño que viajaban en bici con un perro, eran Pete, Sue y Zip. Ellos nos contaron su plan de viaje hacia Narbonne por el canal de La Robine el cual nos pareció interesante y de esta forma dimos un giro y cambiamos nuestro rumbo.


Nuestra tercera etapa fue de descanso, colada  y visita de Carcasonne. Decidimos explorar la ciudad en bici, esta vez sin carga, y nos adentramos por un camino sin tráfico que va desde el camping hasta la “Cité”, el casco histórico amurallado, una ciudadela medieval perfectamente conservada a pesar de haber estado en pleno declive por el auge de la ciudad del otro lado del río Aude, La Bastida de S. Luis. La ciudadela no se puede visitar en bici, pero sí en tren (en el trenecito turístico, claro), así que amarramos las bicis abajo, dudamos entre rampa o escaleras y finalmente optamos por la rampa para ascender a los tres kilómetros de muralla que encierran esta antigua ciudad y su castillo condal del siglo XII. Pudimos descubrir que Carcasonne en verano es una ciudad repleta de vida cultural gracias a su festival que abarca desde finales de Junio hasta principios de Agosto, con espectáculos gratuitos y de pago, en espacios interiores y exteriores. Circo, danza, ópera, música clásica, teatro y conciertos como el que vimos nosotros del cantante Soan en la place Carnot en La Bastida, a la que llegamos en bici después de dejar la ciudadela.

Ciertamente no pudimos dedicarle más tiempo a la ciudad y sus alrededores, pero si estás programando visitarla y vas con niños, quizás puedas incluir una jornada en el lago de Cavayère, un embalse para el ocio con juegos, deportes náuticos, zonas de baño y paseo o un itinerario visitando castillos cátaros o abadías. Muy cerca también para explorar, se encuentra el valle de l’Orbiel encajonado en la Montaña Negra de donde se nutren las aguas del Canal du Midi.


Al día siguiente retomamos nuestro viaje en bicicleta por el canal. Salimos tarde tras avituallarnos y en dirección a la estación encontramos nuevamente la vía verde. Era una jornada calurosa y la vegetación no era tan abundante debido a una plaga que ha acabado con muchos plátanos de sombra, por lo que pedalear se hacía duro. Llegamos hasta Trèbes y allí, tras encontrarnos y saludar a Pete, Sue y Zip, nos paramos junto al río a comer cerca de unos paisanos que jugaban a la petanca. Las siguientes esclusas se encontraban más distanciadas que las de jornadas anteriores y no todas tienen agua potable. El calor nos obligaba a pararnos buscando la sombra para hidratarnos y a pocos metros de la esclusa de Fonfile nos refrescamos con agua fresca y potable. A tres kilómetros y medio de allí, la parada en la esclusa de l’Aiguille es obligatoria si quieres disfrutar de una gran exposición de esculturas realizadas con materiales reciclados. ¡Ojo con tocar!, a las avispas les gusta anidar en los hierros calentitos.




El sol descendía y comenzamos a plantearnos donde acampar y vimos que el lago Jouarres estaba cerca lo cual podría ser una opción. En la esclusa de Jouarres nos dieron las indicaciones para llegar directamente al lago, el cual tiene un acceso en forma de playa y en él se practican deportes náuticos, pero no vimos ninguna zona acondicionada para acampar puesto que el pinar cercano a la orilla estaba en cuesta, así que buscamos una zona más alejada del núcleo urbano principal y acampamos justo al anochecer.

Durante la cena disfrutamos del espectáculo natural de una tormenta veraniega en la lejanía iluminando el paisaje montañoso entre las nubes. A las seis de la mañana el viento de la bucólica tormenta zarandeaba la tienda iglú y nos despertó para avisarnos de lo que venía en minutos. Metimos las alforjas en la tienda y comenzamos a recoger. A las siete despertó nuestra hija y seguía lloviendo. La cuarta jornada ciclista o quinta del viaje se presentaba complicada. Desayunamos en el interior de la tienda y allí nos mantuvimos hasta que una tregua permitió ponernos en marcha. La tienda tenía tres charcos pues las costuras supuestamente termoselladas ya no existían, por lo que decidimos soltar lastre, la doblamos de mala manera y nos deshicimos de ella en cuanto pudimos. Al rato de estar en ruta, a un kilómetro de Homps, pinchamos. Murphy también viaja. El camino continuaba por la margen derecha del río hasta Le Somail. La orografía del canal es diferente en algunos tramos de este trayecto ya que conserva la forma original del paisaje dibujando pequeñas lomas que van descendiendo levemente en altura, hasta lograr la cota cero en el Mediterráneo.

En esta jornada pasamos algunos pueblos interesantes de recorrer como Ventenac-en-Minervois con su castillo y bodega cooperativa, donde nos detuvimos y almorzamos con mesa y mantel a la hora francesa. Tras llenar nuestros botes con agua fresca continuamos nuestro camino y nos detuvimos en Le Somail convencidos de encontrar allí nuevamente a nuestros nuevos amigos Sue, Pete y Zip, con los cuales decidimos continuar viaje. Hacía un calor sofocante así que cuando íbamos a cruzar el río Aude donde algunas personas se bañaban, un deseo unánime de refrescarnos nos invadió y nos detuvimos un rato para disfrutar del entorno. Continuamos nuestro camino y sin darnos cuenta llegamos a Port La Robine inicio de este canal de 32 kilómetros, ramal del Canal du Midi y Patrimonio de la UNESCO como aquel.


El cielo devenía gris y nos apremiaba continuar para encontrar un sitio donde dormir, puesto que ya no teníamos tienda. Llegamos a Sallèles-d’Aude, el primer pueblo del Canal de La Robine y comenzamos a buscar alojamiento. En ese momento empezamos a tomar conciencia de que estábamos en Julio y fin de semana y aunque buscamos concienzudamente no tuvimos más opción que aceptar la hospitalidad de nuestros amigos en el camping, aunque una tienda pequeña para cuatro adultos, una niña y un perro nos parecía inviable, pero al menos había algo por lo que empezar, la última parcela libre del camping municipal. Llegamos y la recepción estaba cerrada, pero un cartel avisaba de alerta naranja por mal tiempo. Cogimos dos mesas de jerdín que había junto a recepción y con un plástico grueso y grande que llevábamos montamos un vivac improvisado para dos, pasando la niña a dormir en la iglú con nuestros amigos y el  perro. Al rato abrió recepción y procedimos a solicitar el permiso de lo que ya habíamos tomado prestado. Sin problema de ningún tipo la encantadora señora del camping incluso intentó buscar una tienda entre los miembros de su familia pero no hubo éxito; estaba más preocupada por nuestra seguridad que nosotros mismos. Paseamos por Salléles d’Aude y cenamos en una gratísima compañía. Afortunadamente las previsiones metereológicas no fueron en absoluto precisas y no cayó ni una gota de agua. Para nosotros fue la noche que mejor dormimos, sin las patadas y codazos de nuestra niña, quién sabe si para Sue, Pete y Zip no fue la peor.



La última mañana amanecía soleada tras la amenaza de alerta naranja por lluvia y viento que no llego a presentarse. Tras desayunar y recoger nos dispusimos a realizar los últimos dieciséis kilómetros hasta Narbonne. El camino parecía fácil y marcado pero no contábamos con las reivindicaciones de los ecologistas y el corte del acceso a la altura del río Aude en su intersección con el Canal de la Robine. Las indicaciones de un ciclista de la zona nos puso en el camino al darnos la clave de superar el río por un puente de hierro tipo Eiffel que soportaba una vieja vía de tren hoy en desuso. El paso de la misma resulta complejo con un carrito de dos ruedas por lo que para evitar reventones tuvimos que empujarlo hasta llegar al otro lado del puente. Al final a la derecha hay un estrecho acceso que da a una pendiente de piedra que compone el pilar del puente de hierro. El carrito lo desenganchamos de la bicicleta para poder pasarlo a pulso por encima de la reja ya que no pasaba por el acceso. Tras este incidente el camino volvió a su orografía habitual de plátanos de sombra a ambos lados del canal y en una hora comenzamos a ver las primeras edificaciones de Narbonne.



El canal de la Robine concluye en Port-la-Nouvelle pero para nosotros la ciudad de Narbonne era el destino ideal por su conexión directa con Toulouse, donde teníamos nuestra furgoneta. Tras reponer fuerzas y aliviar el hambre y la sed nos separamos y despedimos de nuestros amigos y uno de nosotros fue a Toulouse a recoger nuestro vehículo motorizado. Tras hora y media de tren y un par de ellas más de conducción nos volvimos a reunir en Narbonne y tras disfrutar de la ciudad nos dirigimos a la playa, en el Mediterráneo a pasar la última noche de nuestro viaje en bicicleta.

11 comentarios:

  1. Ha debido ser una experiencia muy recomendable. El entorno natural que se ve a lo largo del recorrido es muy bonito y el hacerlo en bicicleta creo que te hace ver las cosas de una forma más cercana.
    Estoy de acuerdo con el espectáculo que es ver tormentas en la lejanía.
    Desde pequeño es una de las cosas que me embelesaban y con las que más disfruto cuando vuelvo al pueblo y ver como se recortan las sierras con la luz de los relámpagos.

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    1. Gracias Fernando y bienvenido a este rincón donde mañana podremos ver fotografías tuyas.

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  2. Pedazo de viaje y experiencia. Gracias por compartirla Jose

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  3. Gracias Cristian. En este caso compartimos Mar y yo. Y la vivimos tres. ;)

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  4. Pedazo de viaje!!! Ha tenido que ser inolvidable!!! Esto enriquece tela!.Violeta es una campeona. Besitos a toda la family aventurera!

    M. Carmen Fernández García

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    1. Gracias M. Carmen. Es de las historias que no se olvidan fácilmente. Gracias por los besos. Los compartimos en familia. ;)

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  5. Que belleza! Y que experiencia tan bonita! Felicidades a los tres..y por cierto que muy bien contada..y eso q a mi me dicen que eres de profesion "mago"

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  6. Gracias Verónica. Sí, ha sido una gran experiencia sobre todo para una niña de nueve años. Con respecto a la magia decirte que es mi afición y en esto del periodismo estoy echando los dientes. Este artículo es el fruto de la experiencia vivida y las ganas de transmitirla tanto por Mar como por mi. Gracias de nuevo y bienvenida a este rincón. Quizás encuentres otras historias que te puedan gusta

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  7. ¡¡Un viaje maravilloso y mejor contado!! Me encanta cómo habéis contado la experiencia. Besos para todos.

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    1. Gracias Aida. Sabes que a nosotros siempre nos ha gustado el compartir las experiencias viajeras, aunque hayamos sustituido la proyección de diapositivas y las cenas con "delicatesen" de origen por el mundo virtual. Es lo que tiene la globalización. ;)

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  8. uffff...imposible rechazar la tentación...

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